Comienza una etapa de apertura en el cielo y conflicto en la tierra

Los gremios aeronáuticos están en alerta porque consideran que las medidas afectan a Aerolíneas Argentinas, la principal empleadora; mañana habrá asamblea de pilotos a las 6 AM en Aeroparque y a las 21.30 en Ezeiza

ACTUALIDAD11 de julio de 2024
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Tan irremediable como necesario, el camino aperturista que trazó el Gobierno en materia aerocomercial llevará a un aumento de la conflictividad. La afirmación no es caprichosa, sino que se trata de un escenario que va a ocurrir si se miran los antecedentes de los actores involucrados. Por un lado, la administración del presidente Javier Milei; y por el otro, los gremios aeronáuticos. Unos y otros saben que la disputa se dará cuando avance la apertura de los cielos.

Dirá el lector que falta un actor clave en la ecuación, los usuarios del servicio. Y es verdad, serán la moneda de cambio en semejante disputa que podría empezar mañana, cuando uno de los gremios, el de pilotos (APLA), convoque asambleas en el día más importante de la temporada de invierno, justo cuando empiezan las vacaciones.

De hecho, y hasta ahora, el gremio de los comandantes informó que habrá asambleas en Aeroparque a las 6 y en Ezeiza, a las 21.30. Es decir, durante el tiempo que dure la reunión donde se informa el estado de la negociación colectiva a los afiliados, nadie tomará su lugar de trabajo. Consecuencia: retrasos y, por qué no, alguna cancelación.

Como se dijo, el pronóstico no es un capricho de este cronista. Cada cual carga con su historia. Por un lado, el Gobierno, que pese a tener un tiempo corto en el manejo de la botonera, ya ha construido su manual de estilo. La Casa Rosada no acostumbra a retroceder frente a los gremios, al menos mientras se los apure con un paro o una medida de fuerza. Claro que negocia con todos, pero no le gusta que la llave del apuro sea una huelga, un trabajo a reglamento o una asamblea informativa en horarios centrales. En ese manual, este camino se decodifica con una palabra: extorsión.

Ante lo que denominan “extorsión”, Milei y los suyos se han caracterizado siempre por acelerar en la curva, por mantener el paso sin inmutarse. De hecho, ya hay antecedentes. En el verano, La Fraternidad, el gremio de los maquinistas, llamó a un paro y paralizó el transporte ferroviario. Especulaban con que el Gobierno iba a pedir la conciliación obligatoria, y entonces, con el amague, ya tendrían los 15 días que entrega la ley para que las partes negocien después de aquel pedido.

Pero nada de eso sucedió, y entonces, llegó el día y “los fraternos” tuvieron que cumplir su promesa de huelga. Paralizaron el servicio y durante esas 24 horas, Omar Arístides Maturano, el poderoso sindicalista, observó como corría su vida en la red social X (antes Twitter), donde los usuarios repasaban sus gustos de lujo, los autos deportivos en los que se movía, los restaurantes familiares en terrenos ferroviarios y las décadas al frente del gremio, entre otros datos que revoloteaban por la Web.

La exposición no le gustó y semejante vidriera causó pavor en muchos colegas que no quieren pasar por semejante escarnio, más aún cuando no están en condiciones de poder justificar demasiado su nivel de gastos.

Si de un lado de la pelea está Milei y sus funcionarios, del otro se podría decir que están los gremios aeronáuticos, conocedores de la fricción con las empresas del sector, Aerolíneas Argentinas y Latam, cuando aún estaba en el país. El ejemplo más claro es Pablo Biró, el número uno del gremio de Pilotos, que creció y se hizo fuerte de la mano del conflicto.

Como se dijo, además de los comandantes, los otros seis sindicatos que están presente en la actividad, han tenido una posición contraria a cualquier cambio en el status quo actual, una postura absolutamente contraria a la apertura o al ingreso de nuevos jugadores.

De hecho, tanto Flybondi como Jetsmart han concretado su plan de negocios en la Argentina gracias a la posibilidad que les entregó la ventana de tiempo que duró el gobierno de Mauricio Macri como para poder formar gremios de empresas. Así las cosas, con la excepción de los mecánicos, las demás organizaciones de trabajadores, la de pilotos, especialmente, se han convertido en sindicatos de empresa, de Aerolíneas Argentinas, en particular.

Desde ese lugar, es decir, dentro de la línea aérea de bandera, proyectan su oposición a la política aerocomercial en general. Por caso, la apertura de los cielos es una política pública de la que en nada participa la empresa pública que maneja Fabián Lombardo.

Pero las medidas de fuerza para oponerse a esa iniciativa se realizan en la línea aérea de bandera, a la que los sindicatos creen que la afectará una política determinada. Algo así como si los empleados de una automotriz hicieran un paro a sus empleadores por una resolución de la Secretaría de Industria.

Semejante desatino tiene muchas fundamentaciones. Desde 2008, los límites entre la política pública y la gestión de la empresa estuvieron difusos. De hecho, durante el kirchnerismo, el comando de La Cámpora en el mundo de los aviones era absoluto y todas las decisiones que se tomaban, incluso en los entes reguladores que debían controlar, estaban pensadas para el beneficio de Aerolíneas.

Los gremios se acostumbraron a esa gimnasia y a decodificar las decisiones en la materia solo con el eje puesto en aerolíneas, su principal empleador. De hecho, Edgardo Llano, de la Asociación del Personal Aeronáutico (APA), lo dijo con todas las letras. “Es una entrega de soberanía del espacio aéreo a empresas extranjeras con las que Aerolíneas no va a poder competir. Cualquier línea va a poder venir a volar sin siquiera presentar la capacidad financiera de la empresa. Hay muchos narcos que en nuestra región han montado empresas aéreas”, dijo.

Como si hubiese una coincidencia de argumentos -unir la apertura al narcotráfico y a la soberanía-, Biro sostuvo que “están rifando absolutamente toda nuestra soberanía”. Luego, advirtió: “El Gobierno no controla los aeródromos, es la apertura a un Estado narco”, dijo a la radio de El Destape.

A esta situación se suman los cálculos de tiempo. Los sindicatos han desarrollado un admirable manejo del calendario para posponer la negociación colectiva al inicio de las temporadas o a la semana previa a algún fin de semana turístico. Pillos, posponen decisiones. Cuando llegan los días calientes con alta demanda de pasajes, pues le habrán quitado poder de negociación a la empresa que quiere volar a toda costa. Y costo.

Esas negociaciones tienen siempre la misma lógica. Por un lado, piden la revisión de la pauta salarial. Pero, en la segunda página, ya inscriben renegociar temas convencionales. Caso contrario, no se firma. Por caso, piden que una determinada categoría de empleados pase a la inmediata superior. Con eso logran más aumentos que nunca se informan como pauta salarial, ya que formalmente son ascensos. Otro ejemplo podrían ser los pedidos que hacen para que se pague un pequeño porcentaje mayor por antigüedad.

Los gremios que negocian son cuatro: pilotos, técnicos, el personal aeronáutico (APA) y el superior. El resto, en general, se pliega a estos acuerdos. En estas horas se define si mañana habrá o no asambleas gremiales. Pero con semejantes antecedentes de las partes, no cabe otra que esperar momentos de conflictividad cuando la apertura avance, y la empresa estatal sea una más entre todas las que vuelen en los cielos abiertos de Milei.

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