Un gliptodonte en el Conurbano

A partir de los restos fósiles de un gliptodonte hallado en 2016 a orillas del río Reconquista (cerca del límite entre Merlo y Moreno, provincia de Buenos Aires), especialistas del Museo Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata y el Conicet detectaron marcas antrópicas en el esqueleto y confirmaron la presencia de humanos hace 21 mil años aproximadamente.

ESPECTACULOS19 de julio de 2024
gliptodonte

Las conclusiones fueron publicadas en PLOS ONE, una de las revistas científicas de acceso abierto más prestigiosas, y arrojan al menos dos datos novedosos que discuten con los saberes aceptados hasta el momento. Por un lado, frente a la teoría de que los primeros pobladores americanos llegaron hace 15 mil años, el trabajo sitúa la presencia de personas entre cinco y seis mil años antes. Por otro lado, la investigación sobre los huesos del gliptodonte da cuenta que los humanos interactuaron con los animales gigantes que había en la región antes de su extinción. Aunque el descubrimiento fue realizado hace ocho años, el estudio se terminó en 2022 y la revisión académica llevó más de un año.

“Guillermo Jofré, un paleontólogo que trabaja hace 40 años en la zona, encontró un espécimen de gliptodonte en el margen del Río Reconquista, en Merlo, y llamó a la gente del Museo de Ciencias Naturales de la Plata. A partir de ahí se convocó a un equipo por arqueólogos, paleontólogos y geólogos para rescatar los fósiles. En ese contexto, Jofré nos contó que el animal tenía unas marcas muy particulares que no eran características y empezó el trabajo”, cuenta Miguel Delgado, investigador del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP que participó del estudio, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.

Para estudiar qué significan esas marcas y de qué año eran los restos, los investigadores realizaron análisis especializados como un fechado radiocarbónico, análisis escaneado 3D de alta resolución de las marcas y análisis geoquímicos de los sedimentos para poder fecharlos. Esto les permitió situar la fecha en 21 mil años y encontrar indicadores claves para demostrar la interacción humana en el gliptodonte.
Por ejemplo, los huesos del animal tenían marcas en las áreas de mayor densidad de carne que son la pelvis y la cola. También, los especialistas encontraron marcas en la parte de los tendones, un patrón de carneo característico de los humanos. Además de esos indicios, a través de análisis tridimensional y la comparación con otros estudios previos, llegaron a la conclusión de que las marcas tenían formas características iguales a las que dejaban las herramientas de piedra.

“La fecha estaría indicando que la interacción entre humanos y megafauna en el Cono Sur es mucho más antigua de lo que se pensaba. Actualmente se dice que la fecha de ingreso de las personas y la interacción con ese tipo de animales se dio hace 16 mil años. Sin embargo, nuestro hallazgo retrasa más o menos 5 mil años ese evento”, subraya Delgado.
Incluso, los últimos trabajos en esta línea realizados en Brasil, México y Estados Unidos coinciden con la evidencia publicada por los investigadores del Conicet y la UNLP. En este sentido, la nueva hipótesis es que los humanos llegaron miles de años antes de lo que se cree y su fecha podría situarse entre 23 y 30 mil años.

La otra cuestión relevante es la interacción que tuvieron las personas con la megafauna que habitó la región y su posterior extinción. Si bien está aceptado que estos animales gigantes se extinguieron hace diez mil años atrás (algunos antes y otros después), la investigación refuerza la teoría de que no fueron los cambios ambientes los principales responsables de su desaparición, sino las personas a través de la caza.

A pesar de que el hallazgo original del gliptodonte fue en 2016, el trabajo de reconocimiento llevó varios años. En este aspecto, el equipo platense se conformó en 2017 y los análisis se demoraron porque los restos encontrados no tenían colágeno y tuvieron que recurrir a otro tejido llamado biopatita para poder realizar los estudios correspondientes. Entre idas y vueltas, la investigación finalizó en 2022 y la revisión académica se llevó a cabo en 2023.

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